Raúl: Yes, we can?

Quizás debido al habitual mutismo del presidente cubano, Raúl Castro -y habida cuenta de que no sacrifiqué mi plácido sueño para escucharlo temprano en la mañana del 26 de julio-, tan pronto recibí el periódico Granma del lunes 27 de julio busqué sin muchas expectativas su discurso de la jornada anterior, esperando encontrar alguna información oficial acerca del estado de la economía, algún indicio de las perspectivas a mediano plazo o simplemente un compromiso o alguna novedad por nimia que ésta fuese. En vano. Cincuenta y cinco párrafos de palabras que no dicen absolutamente nada, resumen la realidad irrebatible: el gobierno cubano no tiene nada que decir. Acaso la buena noticia es que, al menos, ya no se preocupa por disimularlo.

Es así que, para estar a tono con las nuevas fuerzas de la política internacional, el General dice “¡Sí, se puede!”, pero no aclara qué, cómo, cuándo y dónde. Las tres reuniones anunciadas por el eterno segundón –la del Consejo de Ministros (28 de julio), el séptimo Pleno del Comité Central del Partido (29 de julio) y la sesión ordinaria de la Asamblea Nacional (1ro de agosto)- no constituyen la esperanza de ningún cubano medianamente cuerdo, mucho menos una posibilidad de sortear la crisis al interior del país.

De la preparación del próximo Congreso del Partido, largamente aplazado y que está oficialmente anunciado para celebrarse (o lamentarse) en el próximo mes de diciembre, tampoco se dijo nada. Pareciera que en Cuba tanto la política como la economía son secretos de Estado, temas que solo se dirimen entre los más altos sacerdotes del culto comunista y a los que solo ellos tienen acceso.

 El Consejo de Ministros  “analizará el segundo ajuste de los gastos previstos en el plan de este año”; aunque ningún cubano de a pie conoce cuál era en cifras el plan original y cuál el resultado del “primer ajuste”; el Pleno del Comité Central estará dirigido a “profundizar” en tiempo récord (un día) en “asuntos vitales relacionados con la situación nacional e internacional”; mientras, por su parte, la Asamblea Nacional debatirá el proyecto de Ley de la Contraloría General de la República, otro prospecto de control de lo incontrolable en este triste latifundio devenido realengo.

 Posiblemente la novedad de este discurso haya sido abstenerse a mencionar al Imperio y a su gobierno; un verdadero misterio, teniendo en cuenta la marcada tradición de culparlo de todos nuestros males pasados, actuales y venideros, así como de la intención mediática de complotarlo en los sucesos de Honduras. Semejante silencio solo puede significar dos cosas contrapuestas: aquiescencia o conjura.

 Al parecer, lo más notorio de la jornada de homenaje al asalto al Cuartel Moncada, al menos para el “orador” más importante del día, fue la ocurrencia de algún holguinero organizador del acto que “puso el sol” detrás del General y de frente al público, motivo por el cual el pueblo “no podía ver” más que la sombra del presidente. Como si alguna vez éste hubiese pasado de ser precisamente eso: una sombra. Por mi parte no le perdono al aludido miembro del equipo de organización del acto que teniendo poder para colocar el astro rey en alguna posición a su capricho, no aplique semejante don sobre las cosas terrenales que aquejan esta Isla, que no estaría de más poner las cosas en su justo lugar.

 Sin el “Patria o Muerte” de antaño; incluso, sin el “Socialismo o Muerte” que se introdujera por el hermano mayor en la retórica revolucionaria de la última década del pasado siglo, se despidió el presidente Raúl, dejándonos una vez más sumidos en la mayor incertidumbre. Definitivamente, la consigna para Cuba, hoy como ayer, sigue siendo “No, we can’t”.

 Miriam Celaya, La Habana 02.08.09

 Artículo tomado de Sin Evasión http://www.desdecuba.com/sin_evasion/