Gratuidades y supercherías

Cuba se ha hablado constantemente de las supuestas ventajas de la sociedad instaurada en 1959, entre las que se mencionan las llamadas gratuidades en la educación y la salud pública, así como un pretendido generoso sistema de seguridad social universal, y precios subvencionados para muchos servicios y productos, en particular los alimentos.

 En el caso de la educación y la salud pública, la propaganda oficial presenta al Estado convertido en Hada Madrina, que regala sin contrapartida alguna el bien de la enseñanza y el cuidado de la salud de los cubanos, cuando en realidad todo es pagado por los ciudadanos mediante su trabajo, o a través de créditos externos que deberán abonarse posteriormente con los consabidos intereses.  El hecho cierto es que se trata de una redistribución de los ingresos de la sociedad, en especial por medio de instrumentos fiscales, con el objetivo  de darle oportunidad a todos los ciudadanos, sin considerar los aportes individuales, o en algunos casos la falta de esos aportes a la riqueza nacional.

La política redistributiva del Estado, para dar atención a los sectores más débiles de la sociedad no apareció en 1959. A pesar de las deficiencias y gobiernos corruptos de entonces, el número de camas hospitalarias por habitantes era superior a la mayoría de los países de América Latina e incluso las disponibilidades de camas públicas superaban a las privadas, aunque con una injusta distribución regional, según datos del Censo realizado por el Colegio Médico Nacional, en los años cincuenta del pasado siglo. Información resaltada por Jacinto Torras, economista de filiación comunista, en uno de sus trabajos reeditado en la revista Economía y Desarrollo No. 13 de 1972.

En la mayoría de los países existen políticas encaminadas a la redistribución de los ingresos. Ciertamente en algunos hay  ineficiencias e inequidades, pero  otros poseen altos estándares ampliamente superiores a  los cubanos, sin tanta propaganda. 

 Algo parecido puede mencionarse en cuanto a la educación, en la que a pesar de los problemas y las injusticias existentes en la Cuba pre-revolucionaria, fundamentalmente en zonas rurales, hasta finales de la década de 1950 había importantes avances en relación con el inicio de la república en 1902. La educación pública se extendía desde la primaria a la universidad, con acceso a niveles de conocimiento reconocidos internacionalmente. No se puede olvidar que en esas instituciones públicas, sobre todo en los institutos de segunda enseñanza, escuelas de comercio y universidades, prevaleció un acendrado patriotismo y amor a la libertad, siendo cunas de rebeldía y defensa de los intereses democráticos y populares.  

 Es cierto que a partir de 1959 se realizaron esfuerzos para hacer más masiva la instrucción y la atención a la  salud, aunque lamentablemente en considerable medida para fines propagandísticos, y en el caso del magisterio con objetivos doctrinarios. Al perderse las enormes subvenciones de la Unión Soviética y los países del este de Europa, se deterioraron notablemente esos decisivos sectores de la vida nacional. El nivel de la educación cayó por la fuga masiva de maestros y profesores hacia otras áreas económicas en procura de mejores ingresos y la persistencia de métodos pedagógicos desfasados, lo cual el gobierno trató de enfrentar con soluciones absurdas  como la implantación de maestros emergentes e integrales; uniéndose estas contraproducentes determinaciones a males de larga data: las escuelas en el campo, el envío de los estudiantes a labores agrícolas por largos períodos, la carencia de recursos, la destrucción progresiva de las instalaciones educacionales por falta de mantenimiento y reposición, y una concepción del magisterio absolutamente dogmatica, permeada de altas dosis ideológicas. 

 El descenso de la instrucción es ya muy palpable y ha obligado al gobierno a efectuar determinadas rectificaciones. Los fallos se han evidenciado notablemente en los dos últimos años hasta en exámenes de ortografía realizados a alumnos a punto de graduarse en las universidades, donde el fracaso ha sido escandaloso.

 También resulta impactante la alta cantidad de suspensos en los exámenes de español, matemática e historia realizados para el ingreso a los altos centros docentes este año. Prueba fehaciente del bajo nivel existente en los niveles primarios y secundarios de la educación cubana.

 Al mismo tiempo resalta el atraso en la enseñanza cubana con respecto a otros países. Mientras en Uruguay, Brasil, Perú y Venezuela se entrega o proyecta entregarse masivamente computadoras a los alumnos y el acceso a Internet es usual, en Cuba no fue hasta abril de 2008 que se permitió la venta de computadoras a la población, pero en moneda convertible y a precios elevadísimos.

 Paralelamente, no se permite Internet en los hogares, y  sólo se brinda intranet  a personas autorizadas de las esferas médico-científica y cultural. Si bien la educación clásica con el profesor y el aula siguen teniendo importancia, es  insuficiente debido al avance de los conocimientos y la tecnología. Hoy, sin acceso a  Internet resulta difícil la preparación de estudiantes y profesionales competentes.

 Igual panorama existe en la salud pública, donde hubo indudables avances a partir de 1959, basados fundamentalmente en logros  anteriores a esa fecha, que colocaron a Cuba en posiciones destacadas en América Latina en los años cincuenta, como fueron  la cantidad de habitantes por medico, el índice de mortalidad infantil al nacer y la esperanza de vida. Lamentablemente, con la caída de la economía, la calidad de la asistencia médica ha descendido notablemente, acompañada por la falta de medicamentos, el deterioro de policlínicas y hospitales, la falta de higiene, la ausencia de interés laboral por la baja retribución económica al personal, y el envío masivo de los profesionales a trabajar al exterior. Esto último es consecuencia de la carencia de bienes exportables, por lo que se ha convertido en la primera actividad captadora de divisas en el exterior,  con un sensible debilitamiento de la asistencia médica interna.

La falta de recursos y el descenso en la creación de riquezas no sólo ha afectado esas esferas, sino también casi ha reducido a la nada los beneficios existentes en la seguridad y la asistencia social.  En el caso de los jubilados, la pensión promedio no rebasa el equivalente a 12 dólares mensuales  y la asistencia social por núcleo  beneficiado resulta inferior.  De igual forma, el monto del financiamiento para subvencionar los precios de los productos vendidos por el sistema del racionamiento ser reducen, al sacarlos de ese sistema. 

 Nada se ha entregado gratis, sino es una consecuencia de la redistribución de la riqueza. No se puede distribuir lo que no existe, lo que no se crea.


 Oscar Espinosa Chepe, LA HABANA, Cuba, octubre 12.2010

  Artículo tomado de (www.cubanet.org)